sábado, 26 de enero de 2013

Dos Hielos

Dos hielos desnudos bailan al mismo ritmo en el cóncavo mundo de una copa vacía. Acarician sus pieles frías sin el remordimiento del mañana, pues sus almas serán derretidas por el tiempo, aniquilante, intransigente: perfecto. Después, no hay gotas, ni efervescencias, no hay lujurias, incluso no hay sed. La soledad exige su hegemonía, su autoproclamada tiranía. De los susurros de la mente se escapan débiles rastros de la hecatombe silente y quedan asilados inofensivamente en un par de párrafos sin eco. Pero hay savia en el alma, como miel en la colmena, sin la otredad, el solitario navega en altamar, sin brújula, pero con ímpetu de titan. Es una catarsis, es una condena, es un milagro, un diamante con poder letal. Es un nudo en la garganta que ahoga hasta la muerte, es probar el vino de los dioses y residir en la tierra. Es piso o arena movediza? Es calor de hogar o es costumbre? Es lucha o es desperdicio? Las señales se visten de crucigramas, los dolores se camuflan de gloria, los conformismos de victorias, la imprudencia de expresión. Cuando las multitudes reprueban la materia de autorreflexión y los info-comerciales retumban en la estratosfera, cuando las olas dejan escuchar sus llantos y los colchones amortiguan los actos. Cuando con la locura se logra hacer un pacto, allí dos hielos derretidos yacen sin memoria dormidos en un charco, mientras mi boca, con un sorbo, irresistiblemente los retará. www.alicastro.com/diario