miércoles, 22 de junio de 2016

Anidar

Son los días que van dando vuelta en torno a la luna, como girasoles trasnochados, se adormecen en telarañas de seda blanca, tan blanda como una nube. Las manos roncan de tanto invernar, los pies caminan por costumbre, por inercia, por necesidad. Hay batallas que se libran sin enemigos, sin estrategia, solo bullicios, solo piezas inconexas que respiran entre cada otoño y unas cuantas primaveras. Entro en un cuarto blanco de paredes sin reflejo, entro desnudo con la piel limpia de rasguños, con la cara pálida y el corazón reaprendiendo la ingenuidad, listo para el mañana, como un ave que decide anidar y detenerse tan solo para darse la oportunidad.