viernes, 22 de enero de 2016

Contar mariposas

De esos momentos donde pululan las palabras, donde el enemigo insomnio es tu mejor aliado, donde un limonchelo helado empapa lo boca y aletarga los ruidos. Es en esos momentos donde vale la pena empuñar la palabras y ponérselas en el pecho para cantar los sentimientos, exorcizar los demonios y limpiarse la cara de todo pecado.
No es fácil darse cuenta de cuando se camina la vida como caballo de batalla, mirando si mirar, sin periferia, ni arriba ni abajo, solo un camino estrecho que no se puede desviar. Hay caballos que cruzan continentes sin darse cuenta de un solo lugar, paraísos y desiertos que quedaron en el pasado sin poderlos disfrutar. El afán golpea en sus regazos, aguzando el galope, obligándolos a nunca parar. No quedan recuerdos dignos, solo neblina y un constante deseo que nada lo puede calmar.
Es hora de sentarse en el prado, de mirar hacia el cielo, de suspirar cada suspiro, sin temor, sien miedo a fallar. Es hora de levantar los brazos, de reír y si acaso llorar, con todo el tiempo del mundo, con los sueños vivos pero disfrutando el andar. Es hora de mojarse en la lluvia, de besar si se quiere besar, de mirar tu rostro en el lago, de dar vueltas de canela y querer volver a ser niños y no parar de jugar. Es momento de detenerse, darse cuenta que estamos vivos y contar mariposas mientras aprendemos a volar.