lunes, 26 de febrero de 2018

Música?

Música? Mística, exotérica, extraña y familiar. A mi parecer? El arte de hacer del aire poesía. Confinar en sílabas temperadas un universo de emociones. Palabras sin voz que anidan en el alma de los mortales, describiendo las entrañas de su esencia en un lenguaje tan supremo y puro que incluso la razón se aterra. Un espejo a veces empañado y a veces más inmaculado que la realidad, esa ventana de la humanidad que pocos logran interpretar, pero que describe el intrínseco motivo de la vida a través de sutiles movimientos físicos, milenariamente organizados en convenciones sonoras. Presenciar el acto musical, es definir nuestra existencia con la sofisticación de nuestra experiencia, sumada al sentir que nos hace humanos. Una nota hecha canción es un legado de humanidad que late en el universo, un testamento de vida en la sensibilidad de lo eterno. Aquello indefinido que desde el otro lado de nuestro entendimiento rige los designios incomprendidos de nuestra forma de sentir. Una forma palpable de milagro, un momento encapsulado en la inmortalidad.

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