viernes, 20 de julio de 2018

Una tarde en Reforma

Me gusta Cerrar los ojos y que me golpe el viento mientras, en tierras lejanas, escucho el murmullos de las calles, de transeúntes cabalgando los días en sus pies acostumbrados. Me gusta escuchar voces perdidas en los siglos, esas que deambulan como rebotando en las lejanas paredes de las plazas. Me gusta detenerme a deleitarme de perplejidades, las que cohabitan con las rutinas, pero que solo un extraño con mirada de extranjero puede diferenciar del ruido. Me gusta entretenerme de suelos que espero nunca olvide, abrazarlos como míos y sentir su esencia en cada embestida de sol. Siento el crujido de las ramas, el ronronear de los neumáticos que pasan como aves cansadas por las avenidas. Me fumo el humo de las excepciones, de los pactos sin sentido, ese que revuelve la memoria y apacigua furias complacientes. Me gusta ser un solitario hipotético, un alma despegada del todo que se acoge a su destino. Me gustas México, me llenas de nostalgias de realidad, de tenacidad, me reglas minutos plenos y miradas llenas.

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