Entre los dos mundos de siempre, entre el terror y la fantasía, entre el odio y el amor, entra el llanto y la risa, del frenesí a la calma pura, entre dar todo y quererlo todo, entre mendigar y dar limosna. Como religión por los dos extremos, entre amar el amor y odiar el amor, con una mano me ata la irreverencia, con la otra me ata el corazón. Con mi estandarte tambaleante en el pecho, con un tatuaje de coraje en el cuello, temiéndole a todo, enfrentándome a todo. Cataclismo interno de dos polos que, como en un imán, crean la fuerza perfecta, la sensualidad de dos pieles que jamás se tocan pero acceden a rozarse en exquisita armonía por lo que les resta de eternidad. Ese yin-yang, ese bien y ese mal. Las palabras describen a tropezones la complejidad de un alma y más cuando tal vez no exista eco en los oídos blandos, menos cuando ni son leídas, tal vez son gritos de un silencio, terapias de resacas perdidas. Siempre será mejor así, hay voces fuertes que solo hablan y no dicen nada, hay opiniones aprendidas y sociedades que gritan justicia estando aun dormidas. Hay tanta claridad que duele, hay tanta oscuridad que engaña, hay ayer, hay presente y espero también haya mañana.