Rompen la mente las olas siniestras, el óxido acumulado de almas complacientes.
Me siento en la sala de los hábitos malditos, me pierdo, me encuentro, me oxido, me irrito.
Lascivia imponente, ignorancia como un torrente, los días modernos que taladran la mente, que atontan, que mienten. Todo tan enlatado, todo tan inventado, toneladas de arena sepultan lo evidente.
Agárrate de las paredes de papel, mientras se incinera tu alma, soldadito de tela en guerra de lava. Somos esas víctimas complacientes que morfamos sin sentido, somos a la vez genios y asnos en un cuerpo compartido.
Reza si tienes Dios y si no también, pues la fe, aunque manoseada, es la única mentira que recitamos memorizada.
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