miércoles, 29 de octubre de 2014

Cuando mis pies rozan el pavimento de nubes de hule que colinda con las estrellas, es cuando la gravedad misma se convierte en un  chiste de los terrenales, cuando los pesos son inversos y las alturas son el punto de partida de los nuevos infinitos. Allí escapa mi alma y respira, sin verdugos, sin paradigmas, como la noción misma de la libertad pura, pero en una realidad divina. Despegarme de las nociones del hombre, en el mas allá sin nombre, que solo los locos podrían describir exactamente, es el sentimiento puro de romper las cadenas de las preocupaciones, es volar y danzar en el viento. Es dialogar con la inmensidad sentados viendo un horizonte perfecto, de la mano de una calma eterna que no existe en los lugares sin magia, se siente como una pasantía, un salvoconducto del alma para ser absoluto y ,en unos minutos privilegiados, sentir eternamente la ambrosía servida en el comedor de mi propia vida.

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