Desmembrado y aislado, dormido y aturdido, como parte oculta de la luz, embriagado de presentes recurrentes, sombrío y despistado, así transcurre el incesante hastío. Es como recitar de memoria cada callejón y repetir las encrucijadas sin errores autobiográficos, es caminar pasos prestados y sonreír por costumbre, es saborear el vacío y resucitar con un nuevo nombre, es la inercia de los que no pertenecen, es la eternidad resumida, es ahogar el llanto y aprender las cartas sin que haya partida. Me colé en la foto insípida de los efímeros, me cansé de dar concejos a los sordos del alma, me inventé un abecedario de letras ilógicas, que uso como pretexto para alcahuetear mi locura. Vivo entre lo cotidiano que me condena y aquella incertidumbre rebelde de los días sin dueño que añoro convertir en mi vida, al ritmo de cada frase prohibida, al compás de cada grito suicida.
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