"Un buen día decidí dejar de ser yo y convertirme en una versión complaciente de mi alma. También editar los pareceres, dosificar los criterios y administrar las opiniones con el pragmatismo como credo. También aprendí a sonreír en los llantos, decir las palabras correctas y negarlo todo aunque me carcomiera el espíritu. Un buen día también decidí cambiar toda noción de arte por una versión menos riesgosa de mi mismo. Complaciente figurín de turno en la acordada verdad, me leí el listado de comentarios seguros, las veintisiete formas de socializar y el breviario de frustraciones para ocultar. También conseguí algunos bufones, un par de bailarinas sin ritmo y muchas mentiras con rostro de nube. Me encontré con el manual de los mudos y escribí cartas a la sociedad de los poetas muertos, sabiendo que no hay quien responda mis inquietudes. Un buen día, también me quite mis vestimentas y deje que el mundo escogiera mi ropa, tal vez por tonto o por graduarme de idiota. Observé en contra de mi esencia, como todo lo que peleaba se convertía en complacencia. Un buen día, también fui el mas grande de los imbéciles por apagar el fuego de la herejía, por acallar la revolución y por dar el beneficio de la duda al estupido criterio de quienes nunca se han dado cuenta que existe un universo mas grande en los extramuros de su propia vida sin razón."
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